Redes sociales, estafas, y el caso de Simon Leviev

Dime lo que compartes y te diré quién eres. Ya no importa con quién vayas.

Quizás de primeras suene extremo o -por qué no decirlo-, paranoico, pero afirmar que mediante las redes sociales los demás pueden llegar a conocer gran parte de nuestra vida y, por tanto, de nuestra persona, es ya un hecho completamente consolidado.

Es por ello que comúnmente ciertas plataformas digitales nos generen confianza o reticencia a la hora de conocer nuevas personas y, de esta manera, creamos que son o todavía más cercanas o todavía más diferentes a nosotros mismos. Pero, ¿hasta qué punto pueden las redes sociales aliarse con uno mismo para convencer al entorno de un estilo de vida u otro? Quédate leyendo y descúbrelo.

Para ilustrar nítidamente la peligrosidad de los engaños en redes, utilizaremos uno de los casos más sonados este último año, precisamente por el extremo hasta el que llegaron los protagonistas. No hablamos de otro que de Simon Leviev, más conocido como el estafador de Tinder.

Shimon Hayut -el nombre real del truhan- nació en Israel el año 1990. A la corta edad de 16 años se mudó a Nueva York, donde inauguró su actividad criminal cometiendo pequeños robos mediante las tarjetas de crédito de sus tutores en el país, un matrimonio israelí amigo de sus padres. Más tarde cambió su nombre al que ya conocemos, relacionándose así con el millonario empresario de diamantes, Lev Avnerovich Leviev, y comenzando a construir la gran estafa por la que después llegó a nuestros oídos.

Hayut comenzó a usar Tinder -una aplicación de citas- mostrando un personaje ficticio y contactando con mujeres de todo el mundo a las cuales, posteriormente, estafaría. Aseguraba ser el hijo del magnate Leviev, engatusando a sus víctimas mediante sus redes sociales, en las que alardeaba de coches lujosos, viajes exóticos, fiestas increíbles, e incluso jets privados. De esta manera, convencía a las damnificadas de ser millonario, se citaba con ellas en algún lujoso hotel, y las invitaba a viajar en su propio avión. Acto seguido continuaba “enamorándolas” de manera telemática, enviándoles mensajes y fotos de los lugares increíbles por los que viajaba.

Así, aproximadamente un mes después de la primera cita, las sorprendía indicando que había sido atacado por sus “enemigos”, mostrando imágenes de su guardaespaldas herido, y les insistía en que necesitaba dinero ya que, por seguridad, todas sus tarjetas habían sido bloqueadas. De esta manera y según la solvencia de cada víctima, continuaba pidiéndoles más y más dinero, enviándoles cada cierto tiempo recibos falsos de transferencias falsas que hacía a nombre de ellas, manteniendo así su confianza. Posteriormente, utilizaba el dinero estafado para atraer nuevas mujeres, operando un malévolo esquema Ponzi, y dejando a su paso decenas de mártires, las cuales creían que estaban ayudando a su amante en peligro.

Como vemos, efectivamente las redes sociales pueden emplearse a modo de escaparate, mostrando únicamente lo más llamativo de nuestras vidas, o como escenario, sobre el que se interpreta una performance -comúnmente- bastante alejada de nuestra realidad más próxima.

Shimon Hayut supo aprovecharse de esto de la manera más ruin, construyendo una red de mentiras mediante diferentes plataformas digitales.

Por eso, no hemos de olvidar el refranero popular y tener siempre presente que las apariencias, cuanto menos, engañan.

Este sitio web utiliza cookies para que usted tenga la mejor experiencia de usuario. Si continúa navegando está dando su consentimiento para la aceptación de las mencionadas cookies y la aceptación de nuestra política de cookies ACEPTAR

Aviso de cookies