En la actualidad las nuevas tecnologías se han convertido en una herramienta básica de nuestra sociedad. Portátiles, tablets, pero especialmente los smartphones, son una extensión de nuestro cuerpo. No hay persona, por muy bajo que sea su nivel adquisitivo, que no posea un teléfono de última generación con el cual poder conectarse, desde cualquier lugar, a sus redes sociales, a internet o utilizar aquellas aplicaciones que más le interesen. Sin ninguna duda, el mundo gira a día de hoy en torno a las telecomunicaciones.
Este hecho ha provocado que ciertas noticias hayan salido a la luz, recientemente, en relación con las prácticas poco ortodoxas llevadas a cabo por algunas empresas para obtener datos personales de los usuarios de este tipo de tecnologías. Empresas tan importantes como la mismísima NSA, que es la Agencia de Seguridad Nacional de los Estados Unidos de América, la cual llegó a infectar discos duros de fabricantes famosos para poder espiar a más de treinta países. O bien, como declaró el refugiado político Edward Snowden, quien, desde Rusia, acusó a la agencia Yankee de hackear millones de datos en multitud de tarjetas SIM. Compañías de todo el mundo se han visto afectadas por estas declaraciones y han sufrido el robo de claves de seguridad y de archivos de incalculable valor empresarial.
Pero no únicamente estas acciones se les atribuyen a grandes corporaciones o agencias, como las anteriormente nombradas, también existen en el mercado apps capaces de espiar a los usuarios que las utilicen, lo que ha generado que algunos países empiecen a prohibir su uso ya que atentan contra la intimidad de sus ciudadanos.
Lo que es evidente es que, debido a la rapidez con la que se propaga la información, debemos ser conscientes de que tenemos en nuestro poder muchas facilidades, tiempo atrás inimaginables, para acceder a toda la tecnología, pero al mismo tiempo esto nos convierte en mucho más vulnerables a las acciones de espionaje llevadas a cabo por empresas o hackers informáticos que pretendan acceder a nuestra intimidad o a nuestras cuentas bancarias. Y esto no es sólo un problema que afecta al ciudadano sino también, de igual o mayor manera, a los países y sus gobiernos, lo cual puede llegar a provocar graves tensiones a nivel internacional.