En los últimos años, los casos de cuadros de ansiedad, depresión o estrés crónico se han disparado. Nuestras sociedades, sin duda han creado el caldo de cultivo para ello: la velocidad con la que ocurren las cosas, los ritmos desenfrenados de trabajo, la precariedad laboral, la falta de esperanza… Son muchas las razones y muchos los fundamentos para este aumento de las llamadas “enfermedades psicológicas”. No obstante, no todo el campo es orégano. A diario, son muchas las personas que, aprovechando este filón, fingen una de estas alteraciones para diversos fines, ilegales en cualquier caso.
La apuesta es clara: es difícil detectar si alguien miente cuando se trata de enfermedades psicológicas, pues no se cuenta para su diagnóstico con pruebas físicas, sino que todo debe basarse en el testimonio del afectado. Así, de un tiempo a esta parte son muchos los “aprovechados” que acuden a este tipo de estratagema para lograr su objetivo: recibir algún tipo de indemnización por su supuesta enfermedad.
Son muchas las agencias de detectives que han informado de una creciente demanda de investigaciones en este sentido. Y tanto la ansiedad como la depresión y el estrés crónico son las enfermedades que más se citan. Esto es, aquellos trastornos más complicados de diagnosticar y de probar, un campo abonado para el fraude. Los objetivos del infractor suelen ser variados, pero entre ellos destacan algunos: poder echar una mano en el negocio familiar en tiempos de picos de trabajo; obtener un sueldo sin trabajar, lo que se conoce coloquialmente como “vivir del cuento”; o conseguir un extra de dinero con algún trabajo puntual que es incompatible con el habitual, entre otros.
Este fraude se suele cometer tanto contra la empresa en la que se trabaja como contra las compañías aseguradoras. Veamos dos ejemplos para ilustrarlo mejor. Manuel, de cuarenta y cinco años, toma la baja por depresión. Tras incorporarse a su puesto y en menos de tres meses vuelve a tomar la baja por el mismo motivo. Y la misma situación se repite una vez más en un año. Finalmente, sus jefes comienzan a sospechar que su baja es fingida. Susana, de treinta y cinco años, sufrió un accidente de tráfico del que no tiene secuelas físicas, pero sí psicológicas, aunque la compañía de seguros piensa que se trata de un fraude. En muchas ocasiones, estos “delincuentes” son auténticos expertos en fingir y en no pocas ocasiones resultan ser reincidentes.
Este tipo de fraude supone tanto para los negocios como para las aseguradoras enormes pérdidas de dinero. Por pequeña que sea su sospecha, si está en lo cierto y descubre al infractor, habrá ganado mucho y, sobre todo, habrá hecho justicia. Ya sabe: cuando el río suena, agua lleva, que dice el refrán.
Detectives baja laboral psicológica
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